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Travesía de Tusheti

15 febrero 2024

¿Qué sucede cuando te surge la oportunidad de recorrer con la bicicleta una zona preciosa y apenas explorada del Cáucaso? Son 160 km de disfrute a lo salvaje y una aventura en estado puro. Y no es porque lo digamos nosotros; aquí podrás descubrir todo lo que Henna y Sabine nos cuentan de la ruta entre Stepantsminda y Omalo.

Nuestro equipo lo formaban Sabine, guía de bicicleta de montaña y de esquí, y yo, Henna, aventurera polifacética acostumbrada a hacer rutas de bikepacking en una bici de gravel, además del cámara Fabian y el fotógrafo Moritz. 
Salimos de Stepantsminda por un camino de tierra sin complicaciones hasta Juta, donde cambiamos a un sendero que enseguida empezó a empinarse. Estaba claro que ese sendero estaba pensado para senderistas, no para ciclistas. "Sí, fue un anticipo de lo que teníamos por delante," comentó Sabine mientras nos mirábamos con asombro. Nos pusimos algo nerviosas cuando vimos lo que se avecinaba y empezábamos a apretar en las primeras cuestas para llegar al primer campamento mientras una tormenta tronaba en la montaña. A lo mejor no era tan buena idea hacer esta ruta.

La subida interminable con tramos a pie hasta el collado de Chaukhi a 3338 metros de altitud, el viento cortante en el glaciar, un descenso alpino por terreno descompuesto y con piedras sueltas seguido de curvas muy cerradas imposibles de trazar con la bici, lluvia intensa, perdernos en un desvío, cruzar entre los matorrales para volver a la ruta, vadear un río con problemas, y la caída de Henna en el último tramo cuando se le bloqueó el manillar con la rueda delantera nos dejaron agotadas, pero al día siguiente ya volvimos a pensar que sí era una buena idea. Un grupo de senderistas tardó mucho menos que nosotras en llegar a la cumbre, y nos empezamos a cuestionar si habíamos elegido el equipamiento más adecuado.

Cuando llegamos al largo ascenso que nos llevaría al collado de Atsunto, ya nos habíamos acostumbrado a leer mejor la ruta y nuestro cuerpo sabía cuándo era mejor dar pedales, bajarnos de la bici y seguir a pie, o parar a descansar un rato. Estábamos sentadas descansando cuando aparecieron dos montañeros que nos dieron la mejor noticia del día: “Hay Coca-Cola y Fanta al lado del puesto fronterizo.” Pero no teníamos ninguna prisa por volver a pedalear, y preferimos quedarnos contemplado el paisaje con una sonrisa de oreja a oreja. "Creo que no me gustaría estar en ningún otro lugar en este momento, aunque tenga la ropa sudada," comentó Sabine sonriendo. El resto del equipo asintió con la cabeza. Todos parecíamos compartir un concepto parecido de qué es "pasarlo bien", aunque a otras personas les podría parecer absurdo.

La vegetación volvió a aparecer en nuestro camino, y bajamos hasta el valle en zigzag, con giros amplios y suaves. "Es una sensación rara llevar tanto tiempo a los pedales sin tener que poner pie a tierra," gritó Henna. Era como si este descenso, al que tanto trabajo nos había costado llegar, nos sentara tan bien precisamente por todo el esfuerzo de los días anteriores; era como llegar a meta después de una carrera muy larga, solo que con más adrenalina. La hierba resplandecía en las amplias lomas de la montaña con el sol del atardecer, y todavía quedaba nieve en las cumbres.

No todos los días tiene una la oportunidad de pedalear en compañía de caballos. Ni tampoco todos los días se puede salir a rodar por el Cáucaso, pero si alguna vez tienes la oportunidad, será una experiencia inolvidable.

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